-¿Gracias a mí? ¿Por qué, ho?
-Por too, Arsenio. ¡Gracias por too!
-¿Por?
-Sacas lo mejor de mí mismu.
-¿Quién? ¿Yo?
-Claro. Quiesme mal y yes el mejor espejo en el que mirame.
-¿Que qué, ho?
-Oblígasme a tomar conciencia de mis actos. ¿Sabes cómo te digo?
-No.
-Sé que me odias, Arsenio, que te caigo como una patá en los güevos…
-Home, yo…
-Siempre tás dispuestu a amargame la existencia. ¿Nun ye verdá?
-Bueno, oye…
-Gracias a ti llegué a conocer mis puntos débiles, Senín.
-¿Eh?
-Tas ayudándome a fabricar mi grandeza, Arsenio.
-¿Quién? ¿Yo?
-Sí, Senín, sí. Les coses como son.
-Pero…
-Los enemigos ayudáisnos a crecer, ya lo dijo Gracián.
-¿El que jugó en el Oviedo?
-No, esi era Gracan. Baltasar.
-¿El lateral derechu?
-No, coño, esi era Gaspar. Yo dígote Baltasar Gracián.
-Ahora nun caigo. ¿Pero qué fue lo de dijo?
-Fizo un ensayu nel Siglo de Oro que paez pensau pa lo que ye’l nuestro área metropolitana.
-No jodas…
-¿Tu sabes lo que yo aprendo viendo cómo te alegras cuando les coses me van mal, sabiendo que me pones verde pola espalda?
-No lo pueo remediar, chico.
-¡Nun pasa ná! ¡Pa mí yes un referente, Arsenio!
-¿Quién? ¿Yo?
-Claro. Ayudásteme a descubrir mis virtudes y mis defectos.
-Vaya, ho.
-Mira, ayer diba quedar contigo p’andar a hosties pero luego nubló, dio-y por llover, y quedeme en casa leyendo a Schopenhauer.
-¿Qué,ho? No hables tan rápido que no me da tiempu a ignorar tolo que dices.
-Selo yo, Arsenio. Que lo te que digo te la trae floja.
-Sí. Nun te pueo ni ver, Francisco Javier.
-Ya, ya.
-El casu ye que… dasme ascu y nun sé por qué.
-Normal, Asturies ye lo que tién.
-¿El qué?
-Amigos auténticos, enemigos ardientes.
-¿Será la sidra?
-No sé, Senín, pero gracies por tar ahí, por puteame un día sí y otru tamién.
-¡De na, ho! Salme así, natural. Véote y póngome a criticar.
-Pues sigue así, por favor, que cuanto más me criticas más me alejas del error.