Adiós al debate.
-¡Zasca!
-¿Yá tas a ello, Tonio? ¿Nun va ser mejor charrar tranquilamente, argumentar?
-¡Ye twitter, ho! Y aquí…
-Si solo fuera ahí…
-¿Eh?
-Ye la vida, en general.
-¿Que qué, ho?
-Con esa mierda del zasca tamos “twitterizando” la vida pública.
-Anda, calla.
-No, Dígotelo en serio. En vez de intercambiar ideas…
-¡Zasca! ¡A mamar!
-¿Ves? Siempre igual: la coña chunga, el insultu personal.
-Yo no insulto a nadie.
-¡Home, no! Buscas la humillación pública del contrincante.
-Ye lo que se merecen.
-¿Por? ¿qué ye, que nun pues dialogar?
-¿Con esos capullos? ¿Tú en qué bando tás?
-¡Yo qué sé!
-Pues hai que sabelo.
-¿El qué?
-Quienes son los malos, quienes son los buenos. Eliges un bando y hala, a soltar zascas al contrariu.
-¿Y el debate? ¿La conversación?
-¿La qué, ho?
-No sé, tratar d’entender los argumentos del otru, sin que eso signifique renunciar a los propios.
-¡Pero si no tienen ni puta idea!
-¿Qué ye, nun hai grises, nin matices, ni…?
-¡Zasca!
-Hala, así nos va. Ye imposible debatir, profundizar en na.
-¡Toi petándolo, Rufino! ¡Mira, mira cuántos retuits!
-Normal.
-¡Cagonrós, toi viniendome arriba!
-¿Pero no te das cuenta de que jalean los mensajes más simples, agresivos y sectarios?
-¿Sectariu yo? ¡Sectarios son ellos!
-¿Quiénes?
-Los otros. Yo soi mui finu. Tengo una gracia que flipes.
-Sí, ho. Yes el nuevu Quevedo, la reencarnación de Groucho Marx.
-¡Mira qué pila de seguidores! Y solo por opinar.
-No, perdona, una cosa ye opinar y otra dar cortes, ser faltosu, maleducau.
-Cada día sigenme más.
-Mientres-yos digas lo que quieran escuchar…
-Pero con chispa, ¿oíste? Cuidao conmigo, que soi mui finu.
-Di que sí, tú sigue ahí, a hosties verbales.
-¡Home, esto ye Twitter, Rufino! ¡Zasca va, zasca vien!
-¡Puf! Qué sociedá más guapa ta quedándonos.
-¿Por?
-Un mundu de mensajes cortos y demagógicos, onde se renuncia al gris, al matiz y a la complejidá.
-¡Zasca!
-Y encima, nun se pué disentir amablemente, discrepar…
-¡Zasca! ¡Zasca! ¡Zasca! ¡A mamar!