Aumentan los partidos de niños suspendidos por las actitudes agresivas de los padres.
-¡Meca, mira, tu pá y mi pá!
-¿Otra vez ho?
-¿Pero estos a qué vienen?
-¡A pegase! Siempre igual.
-Yo muérome de vergüenza.
-Pues anda que yo…
-Cuando termina el partido nunca me pregunta si lo pasé bien.
-A mi el míu tampoco.
-Siempre me pregunta: ¿cómo quedásteis?
-Y a mí: ¿cuántos goles marcaste?
-Y cuando s’empeña en venir al campo ye pa montar bulla, pa engarriase.
-El míu ye peor: tol partido gritando al árbitro, al entrenador…
-¿Separámoslos ho?
-¡Déjalos, son como guajes!
-No, que tu y yo somos rivales y llevámonos como Dios.
-Pero estos viven nuestros triunfos y derrotas como si fueran suyas.
-Ya, chaval.
-A mi dizme que tengo que dalo too por el orgullo familiar.
-¡Puf! Pues el míu lleva tola semana comiéndome la cabeza. Y yo: pá, haz el favor, que tengo un entrenador…
-Pues el míu no veas: sube, baja, aquí, allí, chuta, centra, regatea…
-Sí ho. Dicen que tenemos que dar espectáculo.
-¡Y el espectáculo danlu ellos! ¿Oíste?
-¡Como si nosotros jugáramos pa entretener al público!
-¡O pa ganar!
-Ya, tío…
-Cualquiera y-os explica que los guajes jugamos pa divertinos.
-Sí, pa pasalo bien.
-Y de pasu, aprender.
-¡Pero na, ye imposible! Mi pá ponme de los nervios…
-Pues anda que’l míu…
-Yo ya y-lo dije: papi, que nun soi Messi. Pero ye mui neciu.
-Nun saben perder.
-Ni ganar. Lo que más y-os presta ye discutir, ¡pelear!
-Y lo peor ye aguantalu en llegando a casa.
-Al míu igual. Hasta dentro una semana no se y-pasa.
-Y venga a soltame la chapa: que si nun tengo sangre, que si hai que meter el pié…
-Ya lo sé. Y encima, el míu diz que lo haz por mi bien.
-¿Separámoslos?
-¡Bah, déjalos!
-Oye…
-¿Qué?
-Al final, ¿cómo quedamos?
-No sé. Ellos como la gocha.
-¿Y nosotros? ¿El partido?
-Nosotros quedamos como amigos.