El libro sucumbe frente a los “juguetes electrónicos”
-Chungo, ¿no?
-Ya ves.
-¿Pero qué ye?
-Papel.
-¿Y debajo?
-Más regalu en papel.
-Ah. Y eso… ¿cómo va?
-No sé.
-Será de enchufar.
-No creo.
-¿Pero tú qué habías pedio?
-Un smartphone de flipar.
-Cabrones.
-Ya te digo.
-¿Y val pa navegar?
-Eso dijeron. Pa viajar tando quietu.
-¿En serio?
-Ir a otros mundos y tal.
-¿Cómo?
-Con imaginación, dicen.
-¿Con qué ho?
-Bah.
-Mierda de juguete, ¿no?
-Ya.
-¿Tará sin configurar?
-Tará.
-Mira en ajustes.
-¿Ónde ho?
-Ahí, por bajo. ¿Tien bluetooth?
-No me parez.
-¿Y whatshap?
-Qué va, qué va.
-¿Y qué vas facer, tío?
-Ná.
-Habla con Instagram.
-¿Qué ho?
-Que te descargue la última versión.
-¿Eh?
-Pa velo en Youtube, chaval.
-Bah.
-¡Son los padres, tío!
-Ya, ye por putear.
-Tendrás que pasar hojas.
-Pasar…
-Sí, pero no te podrás conectar pa que te mandemos pijaes.
-Ah.
-Ni andar tol día con el cargador por si te falla la batería.
-Ya.
-Te hará pensar, ya verás.
-¿En serio?
-Uf. Ahí tol rato aprendiendo cosas, sin chatear.
-¿De verdá?
-Y venga palabras, chaval, que se te suben a la cabeza…
-Meca.
-…Y te harán reír y llorar…
-¡Calla, calla, vaya flash! ¿Y sin pantalla ni ná?
-Raro, eh. ¡Raro!
-Mmmm… Pues igual… tampoco está tan mal.