Los investigadores alertan del peligro de vestir siempre con chándal.
-¡Que lu quites!
-¡Que no!
-¡Que quites ahora mismo esi chándal, Gregorio! ¡En serio te lo digo!
-¿Por qué, Mari? ¡Ye’l de los domingos!
-¡Tas jugandote la vida, Goyo!
-¿Yo?
-Claro, como nun los lees los periódicos…
-¿Qué ye, ho?
-¡Ai, Virgen! ¡Dejaríesme’l sofá guapu d’antimonio!
-¿De qué, ho?
-Tu nun tienes edá pa exponete a esos metales, Goyín. ¡Esi chándal ye potencialmente peligrosu!
-¿Por qué? ¡Pero si llevo con él desde EGB!
-Claro, así vas tu con el tracto gastrointestinal y el aparatu reproductor.
-¿Cómo ye, ho?
-Diz que detectaron nanopartículas de plata y titanio en los tejidos.
-¿Nel mi chándal?
-¡Ye de poliéster, Goyo!
-¿De quién, ho?
-Y aparte de titanio y plata, tien altos niveles de cobre.
-¡Meca! Y si lu llevo al chatarreru, ¿darame perres, ho?
-¿Ves? ¿Ves cómo yes un inconsciente? ¡¡¡Así tas tu de la cabeza!!!
-¿Yo?
-Sí, Gregorio. La nuestra ye una relación tóxica, empezando por el chándal.
-¿A qué vien esto, Marisa?
-Vives sin fronteras, Goyo. Chándales que parecen pijamas, pijamas que parecen chándales…
-Yo lo que busco, vida, ye comodidá.
-Ya, ya. Pero eso ta fecho pa facer deporte y tu lo usas pa no facer ná.
-Sí, ho. ¿Y qué ropa pongo pa lavar el coche?
-La misma que pa salir a tomar copes o a cenar.
-Bueno, ya.
-¡Yes un chándal con pates!
-¡Cuidao ahí, Marisa! ¡Mide les palabres!
-Ya no sé si vivimos en La Fresneda o en Chándal city. ¡Toi tan confusa…!
-¿Ves lo que te pasa por leer la prensa? ¡Eses investigaciones son pijaes!
-¿Pijaes?
-Sí. Tamién decían que la ropa negra adelgaza, y yo usela tres meses y nun perdí ni un gramu.
-¡Ai, Gregorio!
-¿Qué ye, ho?
-Ya no sé si fuiste siempre tan idiota o ye que se te subió a la cabeza el antimonio.
-¡Bah! La mitad de los matrimonios acaban en chándal. Les coses como son.
-¡Que lu quites!
-¿Pero nun ves aquí el espíritu de la deportividá?
-Lo único que veo ye un fantasma con chándal.
-¿Ah sí? ¡Pues cualquier día me piro y vas quedar pa vestir…!
-¡Ja! Prefiero quedar pa vestir santos que pa desvestir idiotas como tu.
-¡Que no me faltes al respeto, Marisa!
-Perdona, tienes razón. Ye que, no sé, te siento tan llenu de metales…
-Mucho ye la calderilla que llevo en bolsu…
-¡Ai Gregorio! ¡Qué pena de chándal, qué pena de todo!