-Se encapota, despeja, se encapota, despeja…
-Cariño…
-Si Dios existe, espero que tenga una buena excusa.
-¿Por qué no te relajas y dejas de pensar en las nubes?
-Anoche hablé con Bergman y prometió vigilar desde ahí arriba mi raccord de luz.
-No deberías preocuparte, el rodaje está saliendo genial.
-Caramba, Soon Yi, ¿cómo diablos puedes estar tan segura?
-Es lo que me has mandado decir.
-Pero no a mí, cielo. ¿Acaso pretendes que me crea mis propios chismes?
-¿De qué tienes miedo?
-Sospecho que me darán un puñetazo en la nariz.
-¡Oh, vamos, Woody, no digas tonterías!
-No son tonterías. ¡Me han roto varias veces las gafas!
-A ti no, ¡a tu estatua!
-No seas ingenua, eso sólo era un entrenamiento…
-Aquí la gente es encantadora.
-Sí, de acuerdo, pero muy japonesa.
-Te adoran, Woody, por eso todos quieren verte, mirarte…
-Los japoneses no miran, sospechan.
-Relájate, cariño, no tienes nada que temer.
-¿De veras? Pues en Avilés un tipo tenía sus ojos clavados en mi bragueta.
-¿Y qué?
-Temí que se me abalanzara gritando: ¡Confiesa, enano!, ¿dónde coño llevas los subtítulos?
-Déjate de paranoias, ¿vale? No eres ningún enano.
-¡Soon Yi, creo que estoy encogiendo! ¿Has visto las fotos de prensa?
-Ya te lo advertí en el hotel: no poses pegado a Bardem.
-Y lo intenté, de veras. Pero él siempre se pone frente a la cámara antes de que yo suba al bordillo.
-¿Quieres sosegarte y disfrutar del aire libre?
-¡Oh cielos, no puedo! ¡Benditos interiores! Bergman, lo siento.
-¿Por qué te empeñas en pedirle perdón?
-Él retrataba almas y yo ahora me dedico a plazas, calles, catedrales…
-¡Eres un genio!
-Me siento como un vendedor de postales. ¡Oh qué dolor de cabeza!
-¿Demasiado sol?
-No, demasiados alcaldes. He saludado a más alcaldes que en toda mi vida.
-¿Qué tiene eso de malo?
-¿Es que no lo entiendes? Si sigo hablando de cine con políticos acabaré comprendiendo a Swaseneger.
-¡Oh cielo!, ¿cuándo vas a dejar de tener miedo?
-Avisaré a mi estatua. ¡Debería ponerse lentillas!
-Cálmate, no le va a pasar nada. ¿No dijiste que Oviedo es una ciudad de cuento?
-Sí, sí, claro, con su princesa y su cerco.
-¿Cerco?, ¿qué cerco?
-¿Cómo quieres que lo sepa? No me conozco todos los cuentos…