-¡Ven, Yonatán! Acércate, sin miedo…
-Uf.
-Te voy a comprar uno.
-¿Pero pa qué?
-No sé, me hace ilusión que tengas algo en casa que no sea de enchufar.
-¿Y pilas lleva?
-Qué va. Coge uno. Son como las personas.
-¿Qué?
-Mira. Los hay gordos y flacos…
-Bah.
-…Te cuentan cosas. Hablan distintos idiomas.
-Y yo sin auriculares.
-Da igual. si les das el tiempo de conocerlos, te puedes llegar a enamorar.
-¿Qué chorradas dices, mamá?
-Aquí tienes de todo: historias, romances, pensamientos… ¿Qué necesitas?
-Un cargador y la clave del wifi.
-¡No te hace falta, Yonatán! Esto es mejor que Google.
-¿Y se cuelga?
-Bueno yo me colgué de Cortázar y de…
-¿De quién, ho?
-Na. Déjalo. Ven, no tengas miedo. ¡Toma uno!
-¿Pa qué?
-Ábrelo.
-Es de abrir.
-Claro. Así.
-Meca, como un whatsApp pero con más letras.
-¿Viste?
-¿Y cómo dices que se llama?
-Libro, Yonatán. ¡Libro! Puedes acariciarlo.
-¿Qué?
-Acaricia la portada, bobo, no hace nada.
-¿En serio?
-Incluso puedes olerlo.
-¿Qué dices? ¡Lo flipas!
-Mmmmmm…
-¿Qué haces, mamá? ¡Se te va la pinza!
-Por muy interactivo que sea un ipad nunca tendrá olor a libro.
-Me piro.
-No, espera, por favor. Ahora llega lo mejor.
-¿El qué?
-Leer.
-¿Lo mejor de qué?
-Leer nos hace libres, Yonatán.
-Anda ya. ¿Y no se puede vivir sin leer?
-Es peligroso, hijo.
-¿Por?
-Te obliga a creer en lo que te digan.
-Me estás rayando. Me tengo que pirar.
-Lee poco y serás como muchos, lee mucho y serás como pocos.
-Me piro, mamá.
-¡Yonatáaaaaaan!
-Chao, que tengo que entrenar.